Veo un museo de grandes noticias – la ecología social anticapitalista es la única forma

Un cambio radical es urgente y necesariamente implica un retorno a las ecologías ancestrales.

bordado zapatista

Una mañana de 2017, tuve un sueño extraño: estaba en una casa muy simple, hecha de bambú y paja en forma de zancos en medio de un bosque cerrado. Llegué a una de las salidas de la casa y por el bosque un ejército marchaba hacia nosotros. Corrí hacia el otro lado y otro ejército marchaba imponente, ciego, como si fueran robots. Me asusté y en pocos segundos empezaron los disparos, un niño indígena murió en mis brazos. Su rostro estaba muy claro, ensangrentado. Me desperté asustado pensando que el sueño era una conexión con alguna situación pasada que ya había vivido, en otras vidas.

Poco sabía yo que anunció un futuro cercano. En ese momento no se me ocurrió un regreso de los militares al poder ejecutivo. Bolsonaro fue visto como un dibujante extremista, incómodo y quizás algo peligroso, pero nunca como un posible presidente de la república. Sí, la república que empezó con los militares. La república racista, sexista, genocida instalada en hace algunos siglos, que aparentemente está lejos de ser superada.

Esta república la defienden con uñas y dientes la derecha y la izquierda …

La brutalidad siempre ha sido un lugar común en esta república. La educación pública se ha “universalizado” muy recientemente, y un número significativo de la población no termina la escuela secundaria y, cuando termina, pasa directamente al subempleo. Eso no lo explica todo, pero indica mucho.

Llegando al punto principal de la historia, desde hace algunas décadas los grandes líderes capitalistas saben que nos dirigimos hacia una autodestrucción inminente. Bueno, la especie humana es solo una de las miles que ya han habitado el planeta y se extinguieron por diferentes motivos. Por autodestrucción, creo que es el único. El hecho es que mucha gente está dispuesta a contribuir para que la historia de la humanidad tome otro rumbo, pero mucha gente también está comprometida en lo contrario, y de hecho, en esta no habrá vencedores ni vencedores. Por supuesto, los más pobres serán los que más sufrirán hasta el final, millones morirán sin saber por qué. El cine de ciencia ficción está cerca, tan cerca como la posibilidad de actuar y transformar la realidad. ¿Queremos luchar por esto? ¿O simplemente vamos a desesperarnos cuando la ola se acerque más y más a nosotros?

Un cambio radical es urgente y necesariamente implica un retorno a las ecologías ancestrales. Las nuevas tecnologías nacen todos los días de este conocimiento ancestral que llevamos felizmente en la memoria. Las cosmovisiones de los pueblos originarios nos están conduciendo a esta reconstrucción planetaria.

En Río de Janeiro y en tantos otros lugares, vemos el avance del ambiental. Quienes construyeron esta civilización inviable, este sistema político económico depredador, privatizan cada vez más el acceso al agua de calidad, por fin a la naturaleza. Resorts, condominios, áreas privadas, proyectos de construcción con vista a la podrida y malsana bahía de guanabara.

Como dijo acertadamente Daniel Munduruku, los pueblos indígenas – y yo agregaría quilombolas – son los únicos verdaderos “comunistas”. Nos siguen trayendo el ejemplo primordial de los pueblos originarios, la profunda sabiduría de quienes vivieron en el mundo durante milenios en armonía con otros seres vivos en contraste con quienes lograron amenazar la existencia humana en algunos siglos. Está claro que parte de este proceso no es reversible, no se trata de defender un retorno idealista al mundo anterior a la colonización; pero para defender, eso sí, cambios radicales que van de lo micro a lo macro.

El título de este texto es casi un mentiroso: la ecología social anticapitalista no es el único camino posible, es el único camino que evitará la extinción temprana de la especie humana. Miles de personas en todo el mundo están respondiendo a esta llamada, y comenzar es mucho más simple de lo que pensamos. Pero cuanto más nos metemos en él, más complejo se vuelve, más sacrificios se requieren para lograr este objetivo, por eso se ha hablado tanto del autocuidado y el apoyo mutuo, ya que el enemigo usa diferentes tipos de violencia, incluidos los emocionales.

Se necesita más que voluntad y convicción, se necesita una mezcla de audacia con humildad y mucha sabiduría.

Pero cualquier movimiento contra el sistema actual, tarde o temprano, se conecta con la gran red de la vida que lucha por la verdadera igualdad. Empiece en su casa, extienda a su calle y su vecindario. El poder es mayor de lo que piensas, porque las fuerzas de la naturaleza siempre están dispuestas a responder.

Pero no se equivoque: eso no será suficiente. La lucha contra el exigirá más, el enfrentamiento directo contra las grandes corporaciones, las megaempresas transnacionales, y para eso importa toda vida militante. Esto solo será posible de manera colectiva y entendiendo la necesidad de prepararse para al menos la autodefensa. De momento, para seguir librando esta batalla, tenemos que liberarnos al máximo de la dependencia en la que nos colocaron: buscar la soberanía alimentaria y energética. Debe nacer una nueva generación consciente y cada vez más empoderada, quién sabe, de nuestras semillas, para dar a luz a un mundo nuevo.

Recientemente el movimiento zapatista en México, uno de los mayores ejemplos de resistencia y autogobierno del mundo, hizo un llamado internacional: ha llegado el momento de una gran integración entre los pueblos anticapitalistas porque el sistema amenaza nuestro presente y futuro. Como siempre, pero más que nunca, nuestras vidas están en juego.

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Texto en portugués aquí.

Hannah Cavalcanti

Professora de história e escritora. Colunista da Mídia1508.

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